The O Courel mountain range in Galicia is a special place with an exceptional landscape and some untouched villages such as Paderne, where an existing old barn was recuperated to create a small single-family house. The thick ancient stone walls were preserved for use as a base for the new house, which has a spiral organisation with access at an intermediate point. The bedrooms are on the lowest level and the kitchen is located at the top where the continuous space is fragmented into two different levels in order to provide a place to enjoy a panoramic view of the extraordinary surroundings. In spite of the small size of the house, the spatial generosity of the section makes it comfortable and endows its everyday use with a certain grandeaur. The new structure is made of laminated wood mounted on the masonry walls and the slate roof and chestnut wood cladding are reminiscent of the ancient buildings of the village.
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Para Carlos Quintans (Senande-Muxía, 1962) la palabra sensibilidad significa cuidado, claridad y respeto. Su casa en la aldea de Paderne, en la Sierra de O Courel (Lugo), una construcción en la que se reconocen algunos de los rasgos que este arquitecto considera persistentes en su trayectoria, es posiblemente la ocasión donde quizás esa sensibilidad se manifiesta de forma más clara. Formado en la Escuela de Arquitectura de A Coruña, establecido su actual estudio en solitario en el 2002 en esta misma ciudad, además de su dedicación a la docencia Carlos Quintans es un personaje clave en la dinamización del debate arquitectónico en el panorama gallego y español, con actividades entre las que destacan su tarea como co-director de la revista Tectonica o el proyecto de reflexión urbana para Santiago de Compostela A cidade intuida.
Con obra mayoritariamente localizada en Galicia, Quintans se reconoce ligado a muchas de las condiciones que definen esa situación (“la humedad, las variaciones de la luz, la niebla, la difuminación del paisaje, la violencia de la naturaleza…”) yque busca incorporar a su arquitectura en la articulación de relaciones variables entre espacio interior y exterior, cómo esos efectos cambiantes del clima gallego pueden incidir en la expresión construida de formas y materiales. Cuando Quintans alude al deseo de crear arquitectura que “provoque nuevas emociones, que enriquezca estados de ánimo y sensaciones” no habla de perseguir una sofisticación perceptual o sensorial forzada, sino de redescubrir la intensidad de lo primario. La Casa en Paderne toma los fundamentos de piedra de un antiguo pajar y construye sobre ellos una estructura de madera. Es un volumen nítido, “sincero, donde no se quiere esconder nada”, de expresión sosegada. Una síntesis formal que le permite llevar al máximo la posibilidad de abstracción en el interior para evitar fragmentaciones y lograr así el pleno aprovechamiento y sensación de grandiosidad para una vivienda de apenas 100m2.Quintans manifiesta que la disposición de las dependencias de la vivienda (dormitorios abajo y la sala de estar, arriba) es un homenaje al concepto planteado por Alejandro de la Sota para la Casa Domínguez (Pontevedra, 1976) pero se reconoce igualmente patente también la influencia de Manuel Gallego – con quien este arquitecto trabajase-,quizás particularmente de su Casa Familiar en Oleiros (1979).
Tiempo detenido Queriendo “encajar lo nuevo en lo existente”, Quintans logra no quebrar la impresión de tiempo detenido que envuelve ese lugar mediante las virtudes de una acción contemporánea que sabe recrear la atemporalidad sin forzar la sublimación. El gran ventanal que sirve como privilegiado mirador hacia el bosque interviene para crear la sensación de gran amplitud espacial, pero es también el elemento que coloca al habitante en una relación emotiva y reflexiva frente a dicho paisaje, una noción subjetiva surgida de un verso de Uxio Novaneira: “Aquí se siente bien poco lo que es un hombre”. Junto a otras de sus obras, como la Casa en Gandarío o la recién finalizada Guardería Eiris, esta casa puede también verse como ejemplo de un proceder arquitectónico de honestidad de largo recorrido; de una actitud en la que se reconoce inalterada una concepción de la arquitectura basada en ese personal sentido de la sensibilidad y en el del esfuerzo de la responsabilidad, cualidades que parecen dos de las claves necesarias para sustentar una ideología del compromiso – libre de dogmatismos-en la que se redefina y refuerce el valor de la arquitectura y el arquitecto hacia las nuevas direcciones que se abren más allá de las incertidumbres del actual estado de crisis.
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Para Carlos Quintans (Senande-Muxía, 1962) la palabra sensibilidad significa cuidado, claridad y respeto. Su casa en la aldea de Paderne, en la Sierra de O Courel (Lugo), una construcción en la que se reconocen algunos de los rasgos que este arquitecto considera persistentes en su trayectoria, es posiblemente la ocasión donde quizás esa sensibilidad se manifiesta de forma más clara. Formado en la Escuela de Arquitectura de A Coruña, establecido su actual estudio en solitario en el 2002 en esta misma ciudad, además de su dedicación a la docencia Carlos Quintans es un personaje clave en la dinamización del debate arquitectónico en el panorama gallego y español, con actividades entre las que destacan su tarea como co-director de la revista Tectonica o el proyecto de reflexión urbana para Santiago de Compostela A cidade intuida.
Con obra mayoritariamente localizada en Galicia, Quintans se reconoce ligado a muchas de las condiciones que definen esa situación (“la humedad, las variaciones de la luz, la niebla, la difuminación del paisaje, la violencia de la naturaleza…”) yque busca incorporar a su arquitectura en la articulación de relaciones variables entre espacio interior y exterior, cómo esos efectos cambiantes del clima gallego pueden incidir en la expresión construida de formas y materiales. Cuando Quintans alude al deseo de crear arquitectura que “provoque nuevas emociones, que enriquezca estados de ánimo y sensaciones” no habla de perseguir una sofisticación perceptual o sensorial forzada, sino de redescubrir la intensidad de lo primario. La Casa en Paderne toma los fundamentos de piedra de un antiguo pajar y construye sobre ellos una estructura de madera. Es un volumen nítido, “sincero, donde no se quiere esconder nada”, de expresión sosegada. Una síntesis formal que le permite llevar al máximo la posibilidad de abstracción en el interior para evitar fragmentaciones y lograr así el pleno aprovechamiento y sensación de grandiosidad para una vivienda de apenas 100m2.Quintans manifiesta que la disposición de las dependencias de la vivienda (dormitorios abajo y la sala de estar, arriba) es un homenaje al concepto planteado por Alejandro de la Sota para la Casa Domínguez (Pontevedra, 1976) pero se reconoce igualmente patente también la influencia de Manuel Gallego – con quien este arquitecto trabajase-,quizás particularmente de su Casa Familiar en Oleiros (1979).
Tiempo detenido Queriendo “encajar lo nuevo en lo existente”, Quintans logra no quebrar la impresión de tiempo detenido que envuelve ese lugar mediante las virtudes de una acción contemporánea que sabe recrear la atemporalidad sin forzar la sublimación. El gran ventanal que sirve como privilegiado mirador hacia el bosque interviene para crear la sensación de gran amplitud espacial, pero es también el elemento que coloca al habitante en una relación emotiva y reflexiva frente a dicho paisaje, una noción subjetiva surgida de un verso de Uxio Novaneira: “Aquí se siente bien poco lo que es un hombre”. Junto a otras de sus obras, como la Casa en Gandarío o la recién finalizada Guardería Eiris, esta casa puede también verse como ejemplo de un proceder arquitectónico de honestidad de largo recorrido; de una actitud en la que se reconoce inalterada una concepción de la arquitectura basada en ese personal sentido de la sensibilidad y en el del esfuerzo de la responsabilidad, cualidades que parecen dos de las claves necesarias para sustentar una ideología del compromiso – libre de dogmatismos-en la que se redefina y refuerce el valor de la arquitectura y el arquitecto hacia las nuevas direcciones que se abren más allá de las incertidumbres del actual estado de crisis.
















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